Queremos semáforo verde para salir a socializar, no a trabajar.

Queremos semáforo verde para salir a socializar, no a trabajar.

Ene 8, Blog Luis Ángel Valiente

Desde que comenzó la pandemia por Covid -19 nos mandaron a casa a realizar “Home Office” y ahí andábamos, conectándonos a las 9 am y dejando de trabajar más o menos a nuestra hora de salida; era súper extraño darse cuenta que teníamos mucho de tiempo libre que podíamos ocupar en lo que nos gustaba hacer, pues al menos gastábamos de 1 a 3 horas en el transporte público tratando de llegar a la oficina; muchísimo tiempo desperdiciado, aguantando gente sin educación que además le importa poco el aseo personal, gente agresiva que no le importa “rifarse un tiro” por ganarse un lugar en el transporte público.

Todo eso se terminó, experimentamos nuestros primeros días trabajando con pijama; al darnos cuenta que no era lo mismo, aprendimos a arreglarnos de forma habitual, aunque estuviéramos trabajando en casa. Después llegó el otro problema: la falta de dinero. Las empresas no vendían ni un cacahuate, eso obligó a todos los colaboradores a trabajar mucho, eran las 10 de la noche y seguías frente al monitor sacando el mar de trabajo que mandaba el tirano de tu jefe, ¿Qué no tiene familia que lo quiera o qué? pero bueno, mejor nos poníamos a trabajar, porque empezaron a correr a muchos.

Dos veces me marcó mi jefe en quincena y pensé que ya me iban a dar las gracias por menso; y es que la situación económica se puso muy ruda, por las noches me ponía a pensar que iba a pasar en mi casa si me quedaba sin trabajo, tenía que pagar: la renta, las cuentas, la comida, y eso ni pensar que alguien se enfermara de la familia, porque entonces tocaba salir a buscar servicios médicos particulares porque en las redes sociales decían que si ibas a seguro social, te morías y de paso ni de tu familia te podías despedir.

Mucha gente se enfermó de Covid -19 pero nadie dijo nada por miedo al rechazo, solo veías las ambulancias y escuchabas los chismes, las pláticas empezaban con un “¿te acuerdas de la señora que vive en tal lugar?” y no importaba si te acordabas o no, porque el comentario concluía diciendo que había dado positivo a coronavirus o había fallecido.

Después, nos relajamos mucho, aprendimos a realizar “teletrabajo”, ya no importaba si empezábamos a trabajar a las 9 am o a qué hora, por lo regular nos levantábamos tarde, checábamos pendientes mientras desayunábamos, nos bañábamos y trabajábamos con un vasito de cerveza y nuestra música favorita, también podíamos comer y ver una película completa, ya relajados, seguíamos trabajando hasta que terminábamos nuestros pendientes, podíamos jugar videojuegos, tocar la guitarra, chatear, o leer algún libro, la pandemia por ejemplo, me permitió volver a dibujar, algo que amaba hacer en la prepa y que ya nunca volví a realizar cuando empecé mi vida laboral.

El confinamiento siguió, cada vez nuestra casa era más parecida a una oficina, compramos aditamentos para la compu, un micrófono, unas bocinas «súper pro”, una silla «gamer” y todo lo necesario para trabajar muy bien; y en eso que nos mandan un mensajito: “regresamos a la oficina tal día” no manches ¿neta? ¿nos vamos a morir por unos pesos? Bueno no importa, es mejor levantarse temprano para ir a trabajar que para salir a buscar uno.

Ya de regreso en la oficina comenzamos a gastar de nuevo 2 horas de trayectos, otra vez llagábamos tarde y cansados a casa; otra vez teníamos que comer sin pasarnos de la hora y de nueva cuenta ocupaba las tardes para ver videos y hacerme pato en lo que podía irme a casa.

Después salió de nuevo el semáforo rojo y todos de regreso a casa ¡qué buena onda!, creo que la segunda vuelta la disfrutamos mucho más, ya teníamos la casa adaptada y ya sabíamos qué onda.

Actualmente estaría padrísimo ya tener semáforo verde para salir con los amigos por una chela al centro, o a comprar cosas sin miedo a morir, pero no para ir a trabajar.

Lo mejor sería que mi jefe se diera cuenta que si me pide las cosas con fecha de entrega, puedo apurarme, trabajar a gusto en mi casa y cumplir con los objetivos de la empresa sin necesidad de andar en el asqueroso transporte público.

Trabajaría cuando tuviera ganas, vería películas y podría dibujarme una vida más feliz.

Pero mi jefe no entiende, piensa que por que me hace ir a la oficina no puedo hacerme pato ahí, a veces disque estamos trabajando, pero yo solo estoy en alguna red social esperando que suene la campana de los esclavos.

Y no me confundan, me gusta mucho mi trabajo, pero la neta prefiero despertar a las 9 am que llegar a esa hora a la oficina, y está más padre lograr un bono de productividad desde mi silla «gamer” que desde la oficina, pues total, si el maldito virus cambia y se adapta rapidísimo para atacarnos, no veo por qué nosotros no podamos cambiar rapidísimo y adaptarnos para tener vidas más felices y tranquilas.

ByLuis Ángel Valiente

Comunicólogo, especialista en UX, productor de contenidos digitales y amante de la mercadotecnia.